El gol más bonito de la historia
ARNAU SEGURA/PANENKA
La gran mayoría de las declaraciones reproducidas en este artículo están extraídas de un magnífico artículo de FourFourTwo en el que Joe Thompson narra su vida en primera persona.
La grandeza del fútbol radica en que, tal y como sucede con el arte moderno, no todo es siempre lo que parece en primera instancia. A veces, lo que se esconde detrás de un gol aparentemente normal, de esos que se cuentan por millares en los exhaustivos resúmenes de los fines de semana, es extraordinariamente hermoso. Es el caso del tanto que anotó el sábado pasado Joe Thompson. Después de una jugada embarullada, el centrocampista del Rochdale Football Club inglés recogió un balón muerto dentro del área, se perfiló y conectó un chut raso con su pierna izquierda que entró en la portería del Charlton Athletic. Fue, quizás, uno de los goles más bonitos de la historia del balompié; no por el tanto en sí ni porque sirvió para salvar al humilde conjunto del Spotland Stadium del descenso a la League Two en la última jornada, sino porque suponía el premio al esfuerzo, constante e incansable, de Joe Thompson en su lucha para dejar atrás dos cánceres en cinco años.
El actual ’15’ del Dale nació en 1989 en el seno de una familia desestructurada. Su padre era adicto a las drogas; mientras que su madre fue diagnosticada de un severo trastorno bipolar cuando Thompson tan solo era un niño de ocho años.
“Él tomó el camino equivocado y se enganchó a las drogas duras. Creo que ha pasado 12 de los últimos 20 años entre rejas, y se ha perdido el vernos a mí y a mi hermano lograr cosas maravillosas en la vida. Cuando ha estado fuera de la cárcel, siempre le ha resultado difícil volver a adaptarse a la vida normal. La gente, las tiendas y los pubs que conocía hace 20 años ya no existen. No estoy tratando de justificar su comportamiento, pero trato de comprenderlo”.
“Mi madre a menudo nos despertaba a las cuatro de la madrugada y nos pedía que nos pusiéramos el uniforme escolar porque sabía que no siempre era capaz de hacerlo por la mañana. Unas tres o cuatro horas más tarde nos despertábamos de nuevo, almorzábamos cereales y salíamos por la puerta de casa. Recuerdo perfectamente el día en el que ella ingresó en un hospital psiquiátrico, aunque yo era demasiado joven para entender lo que estaba pasando. Durante un tiempo, los vecinos que vivían en los pisos superiores e inferiores se hicieron cargo de mi hermano y de mí”.
“Poco después de que ingresaran a mi madre, nos mudamos a Mánchester para vivir con mi tía. Era una ciudad que siempre me había encantado, pero adaptarse a vivir en un lugar nuevo no fue nada fácil. En la calle a veces me llamaban mono o paki, pero nunca quise discutir con idiotas”.
Con todo, Thompson encontró en el balompié, ese deporte que nunca había practicado porque siempre se había inclinado por el atletismo, un refugio; una herramienta extremadamente útil para integrarse en la ciudad, para colmar su necesidad de “ser parte de algo”. Comenzó destacando en un equipo menor, hasta que el mismísimo Manchester United le descubrió en un torneo de fútbol-5 cuando todavía tenía nueve años y decidió apostar por él, que recibió asombrado una de las mejores noticias de su todavía corta existencia. Al lado de futbolistas que han acabado siendo internacionales y compitiendo en la Premier League como el galés James Chester o los ingleses Danny Drinkwater y Tom Cleverley; Joe incluso pudo defender la camiseta de los Red Devils en varios torneos internacionales de categorías inferiores. “En la escuela, el fútbol me fue convirtiendo lentamente de un extraño a uno más de la pandilla. Recibí muchas palmaditas en la espalda, y me gané el respeto de mis compañeros. De repente, empecé a mostrar un aire de arrogancia y de confianza ante cualquier situación porque sabía que era bueno en alguna cosa”, recuerda el futbolista de Rochdale en el mencionado reportaje de FourFourTwo.
Para Thompson, el sueño se esfumó de repente a los 16 años. Fue entonces cuando el United le comunicó que ya no contaba con él, aquella noticia que todos los jóvenes futbolistas temen. “Mis entrenadores, Paul McGuinness y Tony Whelan, llamaron a mi madre y le dijeron que no me iban a ofrecer un contrato. Aquella noticia fue difícil de digerir, tanto que no se lo expliqué a ninguno de mis amigos hasta que habían pasado al menos dos semanas. Siempre había sido un ganador, el mejor en fútbol, atletismo y baloncesto; pero ahora me sentía un perdedor. Aún quería ser futbolista profesional, pero la confianza en mí mismo había quedado muy tocada”, reconoce un Thompson que, tras no convencer al Blackburn Rovers y el Liverpool, recaló en el Rochdale.
Después de una infancia verdaderamente complicada, Joe encontró por fin la estabilidad que tanto había buscado en el Dale, que por aquel entonces competía en la cuarta división del fútbol inglés. Tras debutar con el primer equipo a los 17 años, vivió seis años “felices” en un Rochdale que, con Thompson como uno de sus futbolistas más destacados, ascendió a la League One en la temporada 09-10. En 2012, con dos buenos cursos en la categoría de bronce como aval, se incorporó a las filas del Tranmere Rovers.
Su trayectoria, la de un jugador joven y prometedor, se truncó de forma fatal el año siguiente. Empezó entonces el cruel infierno personal de Joe Thompson, al que los médicos le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin con esclerosis nodular, “un tipo extraño de cáncer que se desarrolla en las glándulas y los vasos sanguíneos y que se va extendiendo por todo el cuerpo”.
“Empecé a investigar los síntomas del cáncer por internet, y los cumplía todos. Por las noches sudaba tan intensamente que mi cama parecía una piscina”.
“Me senté en la consulta del médico, y supe que eran malas noticias por la expresión de su rostro. Me pareció que las paredes se derrumbaban a mi alrededor. Estaba en shock, no podía creer lo que le había sucedido a mi vida en cuestión de minutos. ¿Qué le iba a pasar a mi carrera? Todavía me quedaba un año de contrato y una familia joven para mantener. ¿Viviría o moriría? ¿Por qué a mí? Todos estos pensamientos inundaban mi cabeza mientras mis lágrimas recorrían mi rostro en el viaje de regreso hacia casa”.
“Me sentía como si me hubieran disparado con las manos atadas detrás de la espalda. Estaba exhausto y me faltaba el aliento. Notaba como una serpiente alrededor de mi cuello, envolviéndome lentamente”.
“Tan solo tenía 24 años, así que me pusieron en el mismo sitio que los niños pequeños. Teniendo un hijo propio no me sentía nada cómodo ahí, pero decidí tratar de ser alguien a quien admirar”.
Con todo, con el convencimiento de que “era una batalla que estaba decidido a ganar”, Joe venció al cáncer tras nueve meses de ardua batalla. “Sentí que me habían dado una segunda oportunidad, pero tenía por delante un futuro incierto”. Y es que, en un movimiento que le hizo descubrir a Thompson “lo despiadado que es este deporte”, el Tranmere Rovers decidió no renovarle su contrato (“Ni siquiera hubo una oferta para regresar y entrenar con ellos para estar en mejor forma”). Pero la lucha contra el cáncer le había dado al futbolista un “impulso de confianza” de tal calibre que le impidió rendirse en su empeño de volver a sentirse profesional. “No era un anciano de 77 años, estaba convencido de que podía conseguirlo. Sabía que cualquier dolor que pudiera sentir en el terreno de juego no sería nada comparado con la quimioterapia”, remarca en FourFourTwo.
Finalmente, después de pasar por el Bury y el Carlisle United de la League Two y por el Wrexham y el Southport de la Conference Premier en tan solo dos años y de superar las reticencias iniciales (“Mi agente me sugirió volver al Rochdale, pero al principio me mostré reacio. No quería arriesgarme a decepcionar al club en el que había vivido mis mejores momentos…”); Thompson regresó al humilde equipo del Spotland Stadium en 2016. La historia era perfecta: después de superar el drama de un cáncer, Joe volvía a enfundarse la camiseta del equipo en el que había alcanzado su cénit; del conjunto de la ciudad en la que había crecido. Pero en marzo de 2017, con su vida felizmente rehecha y reencaminada, todo se volvió a romper cuando le detectaron un segundo cáncer en un control rutinario.
“Sentí mucha ira. Quería destrozar la consulta y salir corriendo. Era el fin del mundo. La primera vez que me diagnosticaron el cáncer me sorprendió, pero esta vez tenía miedo”.
“La familia y los compañeros seguían visitándome para ayudarme a mantener el ánimo, pero todo me recordaba que la muerte era una posibilidad muy real. Había un hombre que estaba fatal. No comía, y el tratamiento no le estaba funcionando. Los doctores le dieron la opción de quedarse en el hospital o irse a casa para morir”.
“Pasaban por mi cabeza todo tipo de pensamientos. Miraba el Snapchat y veía a mis amigos de vacaciones. ¿Había vivido ya mis últimas vacaciones? ¿Viviría para celebrar otro cumpleaños? Estaba bordeando la locura, era una sombra de mi yo normal… Recuerdo haber despertado una mañana temblando como Gollum en la esquina de la habitación. Había tenido alucinaciones durante una pesadilla”.
“Celebré el primer aniversario de mi boda acurrucado con mi esposa en una cama de hospital mirando Love Island, como un par de adolescentes. No era exactamente como me había imaginado hacerlo, pero al menos estábamos juntos”.
“Mi hija pensaba que todo iría bien porque estaba en un hospital, que los médicos se asegurarían de que volvería a estar bien. No tuve el corazón para decirle que no todos los que entran en un hospital salen vivos”.
Pero Thompson, resiliente e incansable, había decidido que volvería a superar el maldito cáncer. “Lucharé contra este obstáculo con la misma convicción, con el mismo coraje y con las mismas ganas que en mi batalla anterior. Remonté un gol en contra no solo para empatar, sino para ponerme por delante. Hoy empieza mi lucha para conseguir la victoria. Puedo asegurarles que obtendré la victoria más importante de todos los tiempos”, afirmaba en marzo del año pasado, en el comunicado con el que el Rochdale informó de su maltrecho estado de salud. Completamente convencido de que volvería a pisar un campo de fútbol (“Creo que, para soportar el trabajo duro y los días oscuros, necesitas ver una zanahoria al final del camino, un poco de luz al final del túnel”, afirmó en la BBC), Joe venció al cáncer y a la depresión, recuperó el pelo y el peso e inició, por fin, el largo proceso de recuperación.
Finalmente, tras varios meses dando conferencias motivacionales (“Pep Guardiola me deseó lo mejor cuando di una charla para la academia del Manchester City. No podía creer que supiera mi nombre…”) y trabajando en silencio debajo del “Don’t make excuses, make results” que pregona el techo del gimnasio del Rochdale; Thompson volvió a sonreír el 23 de diciembre, el día en el que, en un partido contra el Walsall, volvió a sentirse futbolista. Caminó por el túnel que, adornado con un emotivo “Time to believe”, conecta los vestuarios con el césped del Spotland Stadium y se sentó en el banquillo; hasta que en el minuto 72 del encuentro Keith Hill recurrió a él para tratar de certificar una victoria vital para mantener vivas las pocas opciones que tenía el Dale de lograr la permanencia en la League One. “He trabajado mucho de puertas hacia adentro. Estoy encantado de haber vuelto a los terrenos de juego”, reconoció entonces en los micrófonos de BBC Radio Manchester un orgulloso Thompson.
Es difícil encontrar las palabras para concluir un artículo sobre una figura como la de Joe Thompson, la de un futbolista que después de ganar dos veces al cáncer sigue sonriendo. “Mi hija cree que soy un superhéroe”, admitía, entre risas, el ‘15’ del Rochdale en una entrevista. Quizás esto es justo lo que es: uno de esos héroes sin capa que, desde el silencioso anonimato, provocan la admiración del mundo entero con sus actos; que, conscientes de lo impredecibles e injustos que pueden ser tanto la vida como el balompié, intentan disfrutar de la vida con la certeza de que si uno vive cada día como si fuera el último, algún día tendrá razón. Tal y como decía Steve Jobs en un discurso imprescindible, “recordar que vas a morir es la mejor manera para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo; no hay ninguna razón para no seguir a tu corazón”.